Las Artes Marciales

Por Marcos Beltrán

Innegablemente las Artes Marciales nacieron de la necesidad del hombre de defenderse de sus enemigos. Tan pronto como las sociedades primitivas se desarrollaron hasta el punto de crear fuerzas armadas, bajo la forma de mantener un grupo de individuos cuya profesión fuera la defensa del país o comarca, se hizo patente entre los integrantes de estos primitivos ejércitos que no bastaba con poseer armas o músculos fuertes para vencer en un combate, se requería una técnica combativa. Esta necesidad se hizo aun más perentoria entre los individuos de mar vigor físico quienes debían enfrentar adversarios mucho más grandes y fuertes. El empleo de la inteligencia en la creación de mejores técnicas defensivas era la única respuesta que esos hombres tenían para enfrentar el peligro de la desaparición a la servidumbre. Su firme resolución al encarar este desafío dio nacimiento a las Artes Marciales, según las necesidades de los pueblos.

Si bien esta última referencia se adecua particularmente al pueblo Indio Chino Japonés, Koreano, todos los pueblos crearon artes defensivas. Todos conocemos la lucha griega y a las justas que dieron nacimiento a los juegos olímpicos, menos conocidos serán para nosotros los métodos de combate utilizados en Oriente y su nacimiento.

Nos referimos aquí a su desarrollo únicamente desde el punto de vista de su significado.

No podemos atribuir el desarrollo del Kung Fu o Karate a una transmisión directa de la enseñanzas de Tamo Budihdarma Daruma Taishi, ni podemos afirmar que quienes lo aprendieron con posterioridad lo hacían buscando la perfección espiritual a la iluminación del Zen. Hacerlo así sería falsear los hechos históricos. Los señores de la antigüedad cuya responsabilidad era el manejo de las armas, se instruían e instruían a sus ejércitos, simplemente para defender sus posesiones o aún peor, para saquear o robar la de su vecino. Si en algo hubiera sumido a su pueblo en la tremenda miseria que los tenían, basando su justicia en el privilegio y crueldad. Pero, a pesar de sus intenciones egoístas, fueron desarrollando lo que podríamos denominar una "actitud marcial". Además entre estos hombres cada tanto aparecía uno que sí había alcanzado el sentido interior de las Artes Marciales, perfeccionarse espiritualmente.

 

Si bien podemos recordar con veneración a estos maestros no olvidemos que eran raras excepciones. No pudieron ellos transmitir íntegramente su mensaje a sus contemporáneos, pero sí, imprimieron un sello particular a las Artes que practicaron modificándolas en su sentido y método de práctica. El Guerrero accidental empleaba casi exclusivamente su inteligencia en el desarrollo de sus artes combativas. Por ese motivo es que los accidentales crearon armas y máquinas de guerra. En Oriente en cambio, el empleo de la percepción interior, de una actitud de Búsqueda espiritual y perfeccionamiento, crearon mejores hombres en lugar de armas más eficientes ¿ Quiénes hicieron la mejor elección? El occidental afirmará sin duda que el hombre que tiene mejores armas vencerá, y esto es cierto en lo que hace al desarrollo de una guerra moderna. Pero basándonos únicamente en las armas, el hombre detrás de una espada y el detrás de un cañón son básicamente el mismo hombre. El desarrollo de una técnica no lo ha hecho mejor, solamente lo hizo más poderoso.

En oriente, en cambio se reverenciaba al hombre de valor y coraje, al hombre que era dueño de si mismo. Todos conocemos que los orientales tratan de ocultar sus sentimientos, y aún más, de controlarlos. La base de esta actitud es que de nada sirve el poder o la gloria si el hombre es pequeño espiritualmente. Un hombre que sea dueño de sus emociones firme, resuelto, que vive de acuerdo a sus creencias y las practicas continuamente, sincero, que no vacila en sacrificarse por sus creencias, que es tan fuerte en la desgracia como en la fortuna, fundamentalmente, que es un hombre de gran fe, es no sólo un gran hombre sino además un gran guerrero.

La mentalidad accidental es exitista y práctica. Queremos resultados rápidos y ver una prueba de lo que se nos enseña. Esa actitud, si bien da sus frutos, lleva implícitas las semillas de su fracaso. Recordemos solamente la decadencia de los grandes imperios de la antigüedad. Pasada la etapa de guerras y conquista olvidaron ser fuertes en la paz como fueron en la guerra se dieron a un abandono total. Dejaron las armas para entregarse a todos los vicios y degradaciones morales imaginables. Entre estos hombres floreció la astucia y la intriga, el empleo de veneno en lugar de la espada, y finalmente, cayeron, presa fácil de sus adversarios, víctimas de su debilidad y sus disensiones. En la victoria encontraron su propia derrota. Recordaremos además cuántos casos nos muestra la historia de ejércitos que se entregaron sin combatir, o luego de ofrecer una ligera resistencia. Recordemos los ejércitos de la edad media y moderna los cuales perdían más hombres por las deserciones que en combates.

La conclusión inevitable que debemos extraer de estas reflexiones es que no basta el poder en sí, sino está acompañado de fortaleza moral y energía para llevar a cabo nuestras ideas. Es muy raro que un hombre nazca con estas virtudes, casi siempre estas son fruto de una educación. Y precisamente esto es lo que nos servirán en todos los momentos de nuestra vida.

La necesidad de trabajar sobre nosotros, mismos para fortalecernos moral y espiritualmente es más evidente hoy en día. Hemos llegado a crear armas tan poderosas que su uso se ha hecho imposible ya que acarrearía la destrucción total. La guerra entonces se manifiesta y desarrolla en otros campos, siendo la mente de los hombres una de los más importantes de estos campos de batalla, a través de la guerra psicológica, la propaganda, el uso de la amenaza, etc. El Premio Nobel de Literatura A. Solzenitsin manifestó que solo si estamos dispuestos a morir en defensa de nuestra libertad podremos conservarla.

Ninguna otra actitud intermedia será suficiente. Curiosamente hay coincidencia entre sus palabras y lo expresado en libros escritos hace miles de años, que son base de las Artes Marciales. Hoy se mira en Occidente hacia uno y otro lado en busca de una fuente de poder moral y espiritual, que nos temple y permita soportar con éxito los desafíos que nos ha impuesto esta época moderna. Nosotros sostenemos que el camino de las Artes Marciales es uno de los indicados.

Muchas veces se pregunta el accidental que sentido tiene la práctica de Karate en la era de las armas de fuego, o de Kendo (esgrima japonesa), o aún Kyudo (arquería Japonesa) en la edad de la bomba atómica y los proyectiles intercontinentales. Otros directamente desprecian estas prácticas tildándolas de deporte tonto a lo que se trata de insuflar un sentido interior o misterioso, para compensar su ineficacia como método de guerra modernos. Sin abrir polémica sobre estos recordemos solamente una cosa: siempre que el deseo de ser fuerte física y espiritualmente nos asalte, las Artes Marciales serán el instrumento más valioso con que contamos para lograr nuestra nota máxima.

La popularización de Karate en Occidente en los últimos años obedece a un hecho claro. A diferencia de otras Artes Marciales, el Karate tiene una aplicación práctica en la sociedad moderna occidental; la autodefensa contra ataques callejeros, sean peleas, ataques de pandillas, el abuso de los más fuertes, etc. Sistemáticamente la enorme mayoría de los alumnos occidentales

 

aprende las técnicas combativas únicamente, desechando todo lo que no sea de aplicación rápida, es decir desechan los elementos más valiosos de Karate. No podemos decir que esta actitud sea totalmente equivocada. En un sentido profundo, ellos mismos no conocen, las practicas puramente físicas que realizan, cualquiera sea su actitud mental, significa un adelanto espiritual. Deberá dejar a la buena fé del lector creer o no esta afirmación ya que la explicación clara de esta verdad trasciende en mucho el propósito de este Capítulo